En el auto, despues del trabaj Subimos al auto sin decir mucho, pero la tensión se podía cortar. Él cerró la puerta, encendió la música suave y se inclinó hacia mí. Sus labios rozaron los míos, y sus manos no tardaron en subir por debajo de mi falda. Me empujó suavemente hacia el asiento trasero, y yo me dejé llevar. Me acostó despacio, su cuerpo sobre el mío, sus movimientos eran lentos pero firmes. El vidrio se empañó rápido, el aire olía a deseo, y los gemidos ahogados se mezclaban con el ritmo de su respiración. Nadie nos vio, pero esa tarde ardimos hasta quedar exhaustos.

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