En su sala, sin frenos Solo fui a devolverle algo, pero sus ojos me detuvieron. Me tomó de la mano, me atrajo hacia él y sus labios me buscaron sin aviso. Su cuerpo ya ardía, y el mío respondió al instante. Me tumbó en el sofá, y sus caricias se volvieron urgentes. Mi ropa cayó pieza por pieza, mientras sus dedos exploraban cada rincón. Nos movíamos con hambre, sincronizados, como si supiéramos que no habría otra oportunidad. No hubo pausa, solo caricias profundas que rompieron todo control.

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