En el sofá, a oscuras Apagó la luz y todo cambió. Me tomó de la cintura, me sentó sobre él y sus manos empezaron a explorarme como si no existiera el tiempo. Su boca bajó por mi cuello, sus dedos jugaron con mi piel expuesta, y mi cuerpo reaccionó sin resistencia. Cada caricia era más atrevida, más profunda. Me movía sobre él con desesperación, sintiendo cómo crecía entre mis piernas. En ese sofá, a oscuras, perdimos el control… y no quisimos recuperarlo jamás.

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