Miradas que encendieron todo Nos quedamos solos en esa sala silenciosa, sin plan, sin prisa. Él me miró como si ya supiera lo que yo estaba pensando. Me acercó de golpe, sus labios encontraron los míos, y sus manos bajaron directo por mi espalda. Me sentó sobre la mesa, sus caricias eran desesperadas, su cuerpo ya ardía contra el mío. Me abracé a su cuello, sintiendo cómo el ritmo aumentaba. Ahí, entre paredes vacías y respiraciones agitadas, perdimos el control y nos dejamos llevar sin pensar en el después.

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