Sabanas calientes y sin prisa La lluvia caÃa afuera, pero adentro solo se oÃa su respiración rozando mi oÃdo. Me besó lento, sin apuro, como si tuviera todo el tiempo del mundo para recorrerme. Sus dedos deslizaban mi ropa mientras sus labios bajaban por mi pecho. Me giró despacio, su cuerpo encajó con el mÃo como si fuéramos hechos para ese momento. Nos movÃamos al ritmo de nuestros suspiros, entre sábanas desordenadas y piel ardiente. Esa tarde no existÃa el reloj, solo el deseo lento… y delicioso.