Sobre la cama, sin salida Me arrinconó contra la cama con esa mirada que no pedía permiso. Su cuerpo se pegó al mío, sus labios me devoraron sin aviso. Me quitó la ropa con las manos temblando, como si esperara ese momento desde siempre. Me tumbó y se colocó encima, firme, con cada movimiento más profundo, más urgente. Intenté contener los gemidos, pero era imposible. Su aliento, su fuerza, su ritmo… todo me envolvía. Esa noche no hubo escapatoria: solo placer, sudor y un deseo que nos dejó sin aliento.

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