En su cocina, sin ropa Fui por un vaso de agua, pero él me siguió en silencio. Me abrazó por detrás, sus manos en mi cintura, su aliento en mi cuello. Me giró y me besó con hambre. La ropa cayó entre besos y risas, y antes de darme cuenta, estaba sentada sobre la encimera. Sus dedos me recorrían como si me conociera de memoria. Me abracé a él, sintiendo cómo cada movimiento nos incendiaba más. No hubo comida, solo nosotros, desnudos en la cocina, saciando un hambre mucho más intensa.